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    66 anos depois da única tarde em que se cortaram 4 orelhas e 2 rabos na Praça México


    Um site mexicano e outro espanhol, dão destaque nas suas páginas a uma feito de que muitos portugueses desconhecem, outros fazem-se esquecidos, mas que todos deveriam ter orgulho: cumprem-se hoje, 29 de Janeiro, 66 anos da única tarde em que um matador de toiros cortou 4 orelhas e 2 rabos na Praça México, e esse matador chamava-se Manuel dos Santos!

    O português repetia naquela praça depois de sucessivos triunfos naquele mês, decorria o ano de 1950, e estava em disputa nessa tarde o troféu 'Rosa Guadalupana', que Manuel dos Santos conquistou  após actuações de sonho.

    Abaixo, transcrição do artigo publicado no site mexicano www.lajornadadeoriente.com.mx e no espanhol www.nuestrojaen.com:



    Gesta histórica de Manolo dos Santos

    Este viernes 29 se cumplirán 66 años de la única tarde en que un matador de toros ha paseado cuatro orejas y dos rabos en la Plaza México. Los toros eran de Pastejé –“Goloso” y “Chato” sus nombres–. Y el torero, un joven nacido en la provincia portuguesa de Golegá 24 años atrás. Sus alternantes, dos glorias del toreo mexicano, Luis Castro “El Soldado” y Silverio Pérez. Y el marco, la 5ª corrida de la tardía temporada grande de 1950, con la plaza colmada hasta el reloj.

    En ese entonces, las relaciones taurinas entre México y España estaban rotas, producto del segundo boicot de la historia, enderezado contra Carlos Arruza, invasor indeseable, pero también, extrañamente, contra su aliado local Manolete, a principios de 1947. Y Dos Santos cumplía su cuarta actuación consecutiva. Había irrumpido por sorpresa, pero desde la triunfal confirmación doctoral (08.01.50) no se cayó ya del cartel, con cuatro orejas cortadas hace ese momento y un quitazo por gaoneras a “Muchacho”, de Torrecilla, que le valió inmediata y clamorosa vuelta al ruedo. En México, la fiesta iba saliendo de la conmoción del encimismo –que sucediera al adiós de los grandes veteranos de la Época de Oro–, y el toreo suave y rítmico de Dos Santos, muy parado además, citando casi siempre desde largo y pródigo en templado toreo izquierdista, provocó, desde el primer momento, una justa explosión de júbilo.

    Sus dos faenas a los de Pastejé –bravos y nobles a la vez– mantuvieron, mejorada, esa tesitura, pero con mayor temple y ligazón que nunca. Más alegre “Chato”, algo quedado “Goloso”, que lo prendió y le rompió la ropa en arriesgada dosantina, con ambos lució hasta el delirio la entrega e inspiración del lusitano, artífice del pase natural, que entró a matar las dos veces con el ruedo cuajado de sombreros. Y como las cosas, cuando ruedan bien, suelen salir redondas, las estocadas de Manolo, volcándose sobre el morrillo y apuntando a la cruz, hicieron pupa a los de Pastejé. De modo que el juez –Lázaro Martínez– sacó enseguida el pañuelo verde, y todo mundo aclamó el otorgamiento de los máximos apéndices en interminables vueltas al anillo, preludio de la tumultuaria salida en hombros reservada para estos casos.

    Para Dos Santos fue, no hay que decirlo, su tarde cumbre en México y acaso la mejor de su vida. Ese año quedó líder del escalafón español con 80 corridas toreadas. Fue un favorito del público de Sevilla –donde tomó su segunda y definitiva alternativa de manos de Chicuelo, 15.08.48–, pero una serie de graves percances frenaron su marcha y determinarían su pronto alejamiento de los ruedos. Cuando quiso recuperar el tiempo perdido, a principios de los 60, ya era tarde. Radicado en su país, dirigía los destinos del coso lisboeta de Campo Pequenho cuando, joven aún, un brutal accidente vial se lo llevó para siempre (18.02.73). Como a su gran amigo y rival Carlos Arruza, y como a César Girón, Curro Caro, Rafael Gitanillo, Jaime Bravo, Finito y tantas víctimas del volante más.

    Al ocurrir su eclosión triunfal en la México pocos podían relacionarlo con el joven desconocido y tímido al que Armillita le había cedido muleta y estoque en El Toreo menos de tres años atrás (14.12.47), sólo para que “Vanidoso” –otro pastejeño, curiosamente– le seccionara la femoral al dar un pase de pecho zurdo. Desgracia que lo llevó a renunciar a dicho doctorado, antes de rehacerse y reescribir su historia torera. Con una fortaleza de carácter no denunciada por su rostro aniñado, pero presente ya la tarde de Cuatro Caminos, cuando con el muslo bañado en sangre recuperó su muleta en intentó volver a la cara de “Vanidoso”. Evidentemente, algo más que finura y clase debía albergar en su interior el único espada que ha logrado cortar cuatro orejas y dos rabos en los 70 años de vida del coso de Insurgentes.




    Fotografias: DR/do Livro 'Manuel dos Santos - O homem e o toureiro'/e do espólio G.T.Sector1