OPINION : mais uma vez, Vila Franca

____________________________________

Otra vez la seriedad de la empresa Tauroleve. Anunció a Rui Fernandes, este se lesionó semanas atrás y... la empresa le esperó hasta el último minuto sin sustituirle por otro. Rui colaboró mostrándose generoso y arriesgando en el tiempo en esta su reaparición.

Quien sabe si Tauroleve no perdió dinero con esta decisión!!. Muchos aficionados creían imposible que Fernandes llegase a la cita de Vila Franca y tal vez por eso no asistieron. Pero la empresa prefirió una vez más lo difícil - ser seria hasta el final- a una solución que tal vez le hubiese reportado el beneficio que no tuvo.

La Tauromaquia se engrandece así, sembrando día a día. Y Tauroleve ha sabido ser y estar en esta circunstancia, donde la desgracia persiguió a cavaleiro y a la propia empresa organizadora por extensión.

La corrida de Vila Franca merecía más respuesta de público. Una vez más volvemos a decir que el trabajo que Ricardo Levesinho y sus colaboradores están llevando a cabo, merece mayor y mejor respuesta de los aficionados.

Pero también tenemos la esperanza de que poco a poco, la Afición vilafranquense se de cuenta que la empresa que ahí está no ha llegado para llevárselo -y estaría en su legítimo derecho-, sino para perseverar en un esfuerzo y un riesgo que, ténganlo muy claro, le está costando dinero, importante dinero. Y justo sería que tamaño esfuerzo tuviese tarde o temprano la justa recompensa. 

Nuestra felicitación a estos dos grandes protagonistas de un episodio que no debe pasar desapercibido : Ricardo Levesinho y Rui Fernandes.

Mientras en algún lugar al norte de este Portugal das Touradas, el chapucero empresario de siempre volvía a tomar el pelo a la afición norteña chalaneando -por enésima vez- con los toros en un auténtico baile de corrales, es reconfortante ver que en la Tauromaquia Portuguesa hay bastantes empresarios como Levesinho que saben ser y estar, aunque mantener el tipo les cueste dinero. Es cuestión de dignidad y de principios.

EUGÉNIO EIROA, foto de Pedro Batalha