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    El recuerdo de Vicente Zabala, todavía : la dignificación del oficio de escribir de toros

    Paladín del toreo puro, Vicente Zabala marcó una época en la crónica taurina del siglo XX, desde 1960, en la agencia Logos, hasta sus últimas líneas en ABC: un balance sobre el año de toros de 1995, que encabezó con la muerte del rejoneador Ginés Cartagena. El maestro Zabala tomó la alternativa en la Monumental de Blanco y Negro. De padrino, la Biblia: don José María de Cossío, a quien sustituyó como cronista taurino de la revista.
    En diciembre de 1972 accedió a la jefatura de la sección taurina de ABC como cronista titular, recibiendo el testigo de la Autoridad: Antonio Díaz-Cañabate. Desempeñó el cargo como redactor jefe. Su padre le incardinó a Vicente Zabala la pasión taurina desde muy niño, y su relación con la Fiesta se intensificó con su matrimonio con Peñuca de la Serna Ernst, hija del genial torero Victoriano de la Serna.
    Vicente Zabala fue un luchador por la honradez, la ética y la independencia de la información y de la crónica taurina. Consiguió que de-sapareciera el sobre, que a las páginas de toros se le concediera gran importancia, y que los astados se lidiasen con la edad cumplida de cuatro años.
    La memoria de Vicente Zabala nos evoca sus años de lucha monárquica, junto a Santiago Castelo. Y los gritos de «¡Viva el Rey Juan III!» en las madrugadas de Madrid ora tarareando por las esquinas, bajo las farolas fernandinas que tanto quería, a Rafael de León, «Capote de grana y oro» o las «Coplas del Espartero», ora murmurando coplas de la Piquer y Juanita Reina en las «amanecidas de monárquico recio sobre la luz quebrada de Velázquez en la sierra»...
    Zabala cultivó a los grandes, desde los Bienvenida a Juan Belmonte, desde Pepe Luis a Eduardo Miura. Llegaba siempre a la carrera a su ABC del alma. El profesor Antonio Garrido le tenía preparada la «doble», Zabala se metía en el despacho y la comenzaba a cincelar en la olivetti al grito de «¡Fooolio!» El repiqueteo de las teclas era proporcional al elixir que le dejó la tarde. Si venía entusiasmado atronaba el teclado mientras al alimón dictaba su crónica para radio y televisión.
    Por las venas de Zabala corría «La sangre de los toreros» -editorial con el que obtuvo el Luca de Tena-. Desde los vestuarios, la enfermería o la barrera, bajo el diluvio universal o cayendo el sol a pedazos, Zabala daba recado de escribir de la pureza de la Fiesta. Se marchó antes de que saliera el sexto de la tarde. En la memoria de los que le queríamos y admirábamos queda para siempre su crónica con los grandes principios de los hombres de bien: honestidad, lealtad, amistad. Con sabiduría y sentimiento pedía respeto para el arte desbordado, la escultura viva, el clamor de la belleza, la sangre del matador. Vicente Zabala dignificó cada día el oficio de escribir de toros. - ANTONIO ASTORGA, en ABC